Pues si, sin darme yo cuenta, Grow up with down comenzó en la cama de la habitación compartida del Hospital Clínico 640 y después en la cama 206 de la UCI.
Después de un parto desastroso realizado por dos residentes a las que mi situación les venía muy grande, de una epidural también con problemas realizada por otro residente, seguramente también con falta de horas de vuelo, y de pasar varias noches en la REA pues no garantizaban que sobreviviera a la operación, me quedo en las manos de los ginecólogos que van pasando como quienes van a pasar la tarde en una terracita. No hay ninguno que se haga responsable de la situación, cada día viene uno diferente y al no haberse leido el historial, debemos ser nosotros quien le contemos que es lo que ha pasado y me está pasando.
Pasaban uno tras otro pensando seguramente que soy una exagerada, sin saber que la infección que de haberse cogido a tiempo no hubiera sido nada, se iba convirtiendo en un monstruo de más de kilo y medio. Cada vez me costaba más respirar y empezaba a tener fiebre.
Gracias a Dios, pasó por allí un ángel vestida de ginecóloga, Maria Jose Puig “Pocheta” como le conocen y dio la voz de alerta. Nadie hasta entonces se había dando cuenta que la herida de la cesarea estaba supurando y que tenía muy mal aspecto.
De pronto, dejé de ser la exagerada, para empezar a ser la medio_muerta.
El jefe de neonatos al darse cuenta de la situación en la que estaba, que me bajaban a la UCI con un pronostico gravísimo y que todavía no había podido conocer a mi hijo, se saltó todos los protocolos y me bajó a la habitación a mi bizcochete.
Era la primera vez que cogía en brazos a mi bebé y solo quería decirle lo mucho que lo amaba, que lo quería con toda mi alma porque pensaba que quizá no volvería a subir nunca de la UCI.
-Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero.
-Pero dígale otra cosa, señora-decía el pediatra.
-Te quiero, te quiero, te quiero…… vamos a luchar tesoro, te adoro amor mio.